Para empezar con Carlos Saura ésta es la película indicada. Su primer éxito masivo, su primera colaboración con Querejeta (otro señor crucial en el cine progre... dejémonos de cinismos: en el cine español), y su primer ataque sin compasión de simbolismos, soliloquios, voces en off y cinematografía de quitar el hipo. La historia está requetesabida: tres amigos y el sobrino de uno de ellos se van a cazar conejos en un coto en mitad de la nada donde ellos tres guerrearon hace tiempo, en un día caluroso y con un sol implacable, y a medida que pasa el día las tensiones entre ellos se elevan hasta un predecible final.
Leer sobre "La Caza" se convierte en una clase de primero de simbolismo. Las dos Españas, los bandos irreconciliables, la violencia intrínseca al carácter español, la sequedad de Castilla (dicen que es en Pirineos, pero todo huele a castellano) que es la sequedad de los diálogos. El odio, la enfermedad. Sí, Carlos Saura, como parece ser su costumbre al comienzo de su filmografía, bombardea a base de imágenes metafóricas, muchas de ellas obvias, con una intención que quizás sea de que el espectador medio se sienta orgulloso al ser capaz de descifrar los mensajes. Pero no hace falta tener el simbolómetro en pleno funcionamiento para disfrutarla; de hecho, algo en lo que voy a insistir en varias entradas, es mejor verla con la contextualización mínima: cine de los 60 que retrata la gente y sociedad de entonces. Los símbolos son totalmente accesorios. Lo primordial es lo que cuenta: tres amigos, y cómo un día de vacaciones se convierte en un infierno. Como un slasher sin psicópata asesino, como un dramón teatral en escenarios abiertos, como una película de desmadres pero con personajes puramente castellanos.
Dentro de esa historia que enseña las cartas del pathos desde los primeros minutos, personajes que se odian, calor abrasador, alcohol, animalitos cruelmente tratados y música marcial, hay una serie de elementos que sí me llaman la atención. El primero es el tema recurrente, permanente, de que cualquier acontecimiento social o festivo durante los sesenta era un sufrimiento: entre las fiestas mod de "Días de viejo color", la discoteca de "Playtime", el guateque de "El guateque" y el día de caza de ésta uno se pregunta si todas las convenciones sociales eran igual de infernales. ¿Desde cuando algo tan austeniano como son las reuniones en casas, los bailes y las excursiones se convirtieron en algo que se hacía a la fuerza, con asco, con odio? Por supuesto en "La Caza" exageran profundamente este elemento: casi se expone, desde el comienzo, que los personajes van a cazarse unos a otros y no a cazar conejos. Casi se expone la historia como una cuenta atrás antes de que se empiecen a pegar tiros unos contra otros. ¿Drama a lo Peckinpah? Pues quizás, porque hay otra cosa que me intriga mucho: el tono, el género. Narrativamente es un drama, casi un teatro existencialista, pero el escenario convierte todo en un western, o más aún: un personaje es aficionado a la ciencia ficción, y el paralelismo entre un escenario postapocalíptico lleno de zombis o extraterrestres que acosan por las colinas y lo que sufren a gotas de sudor estos personajes es demasiado obvio como para pasarlo por alto.
Lo que es una maravilla es la progresión trágica, lo que convierte en inevitables los hechos, lo que hace que los cuatro del principio sean los mismos que los cuatro del final, pero estos últimos afectados por la insolación, el alcohol y su mezquindad (tema este tan común que estoy por añadir un tag para cada película que lo trate), la similitud entre la violencia contra los animales - hurones encerrados con cascabeles, conejos enfermos y tiroteados, perros tratados con autoridad seca, insectos pisoteados - y la que se ejercen entre sí, primero con palabras, luego cada vez de forma más abierta. Ese desprecio hacia el campo, hacia la comida, hacia los demás, hacia ellos mismos. Ese asco puro, junto con el calor, y esa sensación de que el tomillo los va a enloquecer a todos.
Algo separa a "La Caza" del resto de películas o escenarios similares - y de paso lo emparenta con el gótico americano, sobre todo el que retrata Stephen King, perdón por el atrevimiento -, que es lo mucho que implica al espectador, contando los pensamientos en off y sacando todo el partido a la luz, a los entornos y a unos actores estupendos - dominados por Alfredo Mayo -, haciéndole partícipe de la violencia y del calor, haciendo que empatice con ese dolor de cabeza, el estómago revuelto de la mala siesta, la resaca. Es sin duda una película estupenda, por ahora la mejor que he visto de Carlos Saura, y claramente una de las que abrió ciertos temas en la cinematografía española. Por cierto, leo que Peckinpah confesó que fue una película que le impactó muchísimo para todo su cine posterior, y confirmo que esa influencia se nota. Y para terminar y por añadir el toque frívolo, atención con Emilio Gutierrez Caba de joven y esos minishorts tan cortos que ni las asistentes a un FIB se atreverían a llevar.
Seguro que los minishorts fueron idea del mismo Emilio, ¿no?
ResponderEliminarEs curioso, Delibes en su diario de un cazador (también toda la sequedad castellana que quieras, aunque yo he supuesto siempre que La caza era Aragón, por los orígenes de Saura) tampoco muestra exactamente días felices de caza. El protagonista aparentemente la disfruta, pero por otro lado son días competitivos entre los cazadores, tienen disputas a veces agrias sobre las piezas cobradas, el modo de cazar, el día para salir y demás. Así que...
No es que sea la mejor de Carlos Saura es que personalmente es la única que me gusta. Por cierto tengo entendido que el título original era "La caza del conejo" pero decidieron cambiarlo con acierto.
ResponderEliminarSerá Aragón... he buscado información de dónde estaba rodada pero cada uno dice una cosa distinta, y a lo mejor estoy torpe pero no lo he encontrado.
ResponderEliminarDesde luego la caza, la matanza del cerdo, los toros e incluso irse de putas parecen costumbres heterosexuales castizas donde algo que se debería disfrutar se convierte en una tensión contínua. ¡Idea! ¡Un relato como "La Caza" pero con tres tíos que van de putas, acaban liándose, luego se matan, se van de farra a Torrevieja y luego vuelven a quemarlo! Shit, ya existe http://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/10/madrid/1334052868.html
SisterBoy, lo era, pero el censor se mosqueó porque "la caza del conejo" lo veía como una metáfora demasiado chusca y sexual. LOL.
ResponderEliminarLo único que recuerdo de la peli es lo bonitas que eran las piernas de Emilio Gutiérrez. Voy a hacerme un ciclo Cine Progre.
ResponderEliminarNo es Aragón; la propia película, en su letrero informativo inicial, dice que el pueblo es Esquivias (Toledo), y que el coto está situado en Seseña (Toledo); en efecto, donde "El pocero" (para los alérgicos al simbolismo antifranquista, sobrevenido esta vez, toma dos tazas).
ResponderEliminarAdemás, en cuanto a lo dramático, el Land Rover lleva matrícula de Valladolid. No sé de dónde se extrae en la pelicula que pudiera ser Aragón; no por el desierto, que desierto nos sobra, sino por el resto del contenido. La parábola antifranquista tiene que ser necesariamente castellana, dado que su "imperio" pretendía ser, ayer y hoy, solamente castellano.
Gracias por el dato. Está claro que tengo la capacidad de atención de una ameba. Y por el comentario, por leer y por todo, también gracias.
ResponderEliminar¡Caramba!, compañero, está lindo tu sitio. Pero te me has quedado congelado desde el año pasado.
ResponderEliminarDale gas a la página. Es buena.
Cordialmente
Me gusta mucho la reseña. He pensado en el paralelismo con Peckinpah y es cierto, 'La Caza' es como un precursor a pequeña escala de 'Grupo Salvaje', coincidiendo en la visión desencantada del ser humano y en la mezquindad como fuerza que desencadena los acontecimientos.
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